miércoles, 27 de octubre de 2010

Garmisch-Partenkirchen

Lo sé... debería hablar un poco más de Nantes. Pero empiezan a llegar los fríos del invierno y con ellos también empieza a descongelarse el corazoncito de este humilde montañero, que tras un prolongado letargo vislumbra nuevos retos en el horizonte, que lo hacen latir de nuevo. Este despertar no sería tan llevadero sin la cercanía (a pesar de la distancia) de algunas personas... espero que este invierno puedan llevarse a cabo todos los proyectos planeados :-)


Bueno, y ahora las batallitas del abuelo:

Hace un año, por cosillas de trabajo estuve tres meses en Munich, y viendo que parte del invierno lo pasaría allí, a la hora de hacer la maleta lo primero en entrar fueron el piolet y los crampones. Era una oportunidad excelente para conocer un poco los Alpes Bávaros.

La estación de esquí de Garmisch-Partenkirchen es un punto de partida ideal para hacer diferentes rutas, ascensiones y escaladas en Alemania. Sólo pude acercarme un par de veces por allí, pero suficiente como para quitar el gusanillo.

Los Alpes Bávaros.

La estación de esquí se encuentra en un macizo presidido por el Zugspitze (2962 m) , que es la montaña más alta de Alemania. Subir no es fácil, hace falta material de escalada o bien pagar los 40€ que cuesta el teleférico que llega a su cima, y como ni tenía lo uno ni pensaba gastarme lo otro, me pegué unas buenas pateadas por los alrededores, por las muchas rutas que también permiten disfrutar de este entorno.

El Zugspitze (2962 m), la montaña más alta de Alemania.



Es una de las estaciones de esquí de referencia y con más solera de Alemania: allí se celebraron los Juegos Olímpicos de invierno de 1936, y esta ciudad fue seleccionada de nuevo para albergar los de 1940... pero parece ser que por entonces Europa andaba un poco revuelta, y estos últimos no llegaron a celebrarse.


En este enlace podéis encontrar un reportaje de los Juegos Olímpicos de invierno 1936.

Garmisch es tabién donde se celebran los famosos saltos de esquí de año nuevo, que nos tragamos como bobos con el espirifén bien a mano. Todo un ritual en estas entgañablez fieztaz.

El trampolín original...

... y el actual.

Una ruta muy sencilla y recomendable es la de las cascadas de Partnachklamm, que se encuentran a lo largo de una estrecha garganta que puede recorrerse siguiendoun camino labrado en la roca, similar al que hay en algunos tramos del Cares. En invierno el hielo crea columnas, cortinas y otras estructuras que hacen que a más de uno se nos caiga la baba.






Atchung!!! Hay que pagar 3€ de impuesto revolucionario para visitar la garganta... esta gente es así.

Frente al macizo del Zugspitze, al NW del pueblo, se encuentran otras elevaciones que culminan en el Krammerspitze (1985 m), cuya cima fue el objetivo de una de mis visitas.


El Kramerspitze, al fondo.

La ruta comienza en el mismo pueblo de Garmisch (708 m), y sigue una senda muy bien marcada que lleva hasta el refugio-restaurante de Sankt Martinshütte am Grasgerg (luego hablaré un poquillo más de él, jejeje). A partir de entonces se convierte en un camino de montaña, más o menos escarpado, que gana altura rápidamente serpenteando por la ladera norte de la montaña.


Había nevado recientemente (más o menos medio metro), y la nieve estaba totalmente sin transformar, era como azucar... así que tocó abrir huella durante toda la ascensión. Por detrás de mi iba un grupo de cuatro o cinco bávaros que, cosas curiosas que ocurren en la montaña, hicieron todo lo posible por no adelantarme, jejeje... no, si en el fondo les comprendo, es muy cómodo seguir la huella que ha dejado otro que ir abriendo. En fin, viéndolo del lado positivo, fue un buen entrenamiento.


Llegando a un collado de cota 1725 m, damos vista al valle de Brünstels-Kpof, mientras que el de Garmisch queda a nuestra espalda. Seguimos la cresta en dirección oeste, por un terreno más escarpado, que en buenas condiciones (no era el caso) no ofrece apenas dificultad, hasta llegar a un punto culminante de cota 1825, donde tenemos una buena panorámica de todas las montañas de alrededor.


Aquí se presentó un problema bastante gordo: bajar hasta el collado no presentaba ninguna dificultad, pero de ahí p'arriba hasta el Kramerspitze... ay, no había por dónde meterle mano. El camino de verano pasa a la vertienete norte y rodea el pico, ganando altura, para acabar en la vertiente oeste, desde donde se sube directamente. Pero esas laderas debían haberse acumulado dos o tres metros de nieve polvo, por lo que era absolutamente impracticable. Así que nada, foto de cumbre y media vuelta. Por supuesto, los alemanes, que aún estaban subiendo, ni me dieron las gracias por abrirles camino...

Mi inseparable amigo...


... y el menda.

Como andaba sobrado de tiempo no resistí la tentación de hacer una parada en el refugio de Sankt Martinshütte, y darme un homenaje, no por la actividad que había hecho, que no fue nada del otro mundo, sino para brindar frente a los Alpes Bávaros con una buena Dunkelbier (und zwei herzhaft Weißburst mit Selnf, natürlich!) por las aventuras montañeras que habrían de venir y por quienes las comparten conmigo...

PROST!!!

viernes, 15 de octubre de 2010

Sangre


Había sangre por todas partes. Los golpes explotaban contra tu cara como granadas de mano. Sentías cómo tu rostro se deformaba con cada puñetazo, cómo tu masa encefálica se volvía pulpa y cómo tus ojos apenas lograban permanecer en sus cuencas.

La adrenalina envenenaba tus músculos, preparándolos para que cubriesen tu rostro desfigurado y devolver el ataque, pero por cada inútil intento de reaccionar, un nuevo guantazo, inmisericorde, hacía que tus ilusiones se estrellasen contra la dura realidad. Abandonar, dejarse caer era muy tentador. Apoyado contra las cuerdas, la ensangrentada lona te llamaba…

Tus oídos sangrantes no percibían sonido alguno. Sabías que el público jaleaba, poseído por la locura de ver cómo un hombre destrozaba a otro, pero no te llegaban sus voces. Sentías los gritos de tu enemigo, descargando toda su furia asesina contra ti, pero eran inaudibles. Jadeabas como un animal agonizante suplicando clemencia, pero no te escuchabas ni a ti mismo.
Sentías tus fuerzas y ganas de pelear desvaneciéndose progresivamente. La sensación de impotencia era insoportable, y podías ver cómo tu vida, tus sueños e ilusiones, aquello por lo que siempre habías luchado, cómo todo eso iba a quedar obscenamente esparcido por la sucia lona.
Por unos segundos te olvidaste de los puñetazos que se estrellaban contra tu cuerpo, volviste a oír al público, vociferante, y a tu rival, poseído y empeñado en machacar hasta el último de tus tendones. Te oíste a ti mismo, cómo dejabas de jadear e inspirabas profundamente. Vislumbraste una posibilidad, creíste en ella y trataste de alcanzarla, lanzando un último y desesperado ataque…
Un golpe seco y brutal paró el tiempo. Sin respiración, perdiste el equilibrio. Tambaleándote, viste cómo todo daba vueltas, cómo el suelo venía hacia ti, cada vez más rápido, y antes de entrar en contacto con él, nada. La oscuridad completa. No llegaste a sentir el contacto con la lona ni las manotadas del árbitro contra ella…
En mitad de la oscuridad, un tenue punto de luz se acercaba hacia ti, y supiste que por fin todo había terminado.